En 1994 el movimiento talibán, que durante años se había formado en Pakistán, se puso en marcha para tomar el control de Afganistán. En pocos meses se hicieron con una buena parte del país, establecieron su capital en Kandahar y comenzaron a asediar Kabul.

El presidente Burhanuddin Rabbani, un antiguo mujahadeen que había luchado durante años contra los rusos ahora no tenía más remedio que pedirles ayuda. Solicitó armas y el gobierno ruso, para tratar de no implicarse abiertamente, diseñó un enrevesado plan.

Burhanuddin Rabbani

Las armas no provendrían de Rusia, sino de Albania, cuyas fábricas estaban a plena marcha para abastecer las guerras de la ex-Yugoslavia. 30 toneladas que exportaría una empresa rusa con sede en Emiratos Árabes, Rus Trans Avia Export y que disponía de un avión de transporte Ilyushin 76 de la compañía Airstan, de la república rusa de Tatarstan.

El 3 de agosto de 1995 el avión de Airstan sobrevolaba Afganistán cuando sucedió lo inesperado. Nadie contaba con que los talibán tuvieran fuerza aérea, pero así era. Habían capturado unos cuantos aviones en Kandahar y algunos pilotos se habían unido al movimiento. Un Mig-21 interceptó al avión de Airstan y le forzó a aterrizar en el aeropuerto de Kandahar. Los talibán tomaron como prisioneros a la tripulación y comenzaron las negociaciones. Los talibán exigieron a Rusia que liberara a miembros del movimiento que estaban en su poder. Rusia a su vez contestó que no tenía a ningún talibán prisionero en su territorio.

Las negociaciones quedaron así estancadas y los prisioneros fueron adaptándose a la situación, viviendo en una casa cercana al aeropuerto y bajo continua vigilancia.

Tripulación del Airstan durante el cautiverio. Sentado en una silla el comandante, Vladimir Sharpatov

Tenemos por tanto un cargamento albanés de armas destinado a un presidente antiguo enemigo de los rusos, en un avión ruso interceptado por un caza talibán. ¿Qué le falta a la historia?

Que de las negociaciones se encargue un senador de Estados Unidos. 

Hank Brown fue senador republicano por Colorado durante la legislatura 1992-1996. Realmente no he sido capaz de determinar qué le llevó a actuar de mediador en el incidente de Airstan, si quizás estaba en una comisión de exteriores, etc. Pero el caso es que con el beneplácito ruso, trató de negociar la liberación de los rehenes. Los talibán no dieron su brazo a torcer, pero el senador Brown logró al menos convencerles de algo: explicó que el avión era muy valioso, que podía ser muy útil a los talibán como avión de transporte o en un momento dado, se podía vender a un buen precio. Pero para eso tenía que estar en buenas condiciones y llevaba meses sin mantenimiento. Y los únicos cualificados para ese mantenimiento en Kandahar eran los rehenes.

El objetivo claro está no era este. La intención era conseguir que el avión se mantuviera preparado para volar y que si surgía la ocasión, los rehenes lo usaran para huir. Los talibán picaron el anzuelo y la tripulación comenzó a hacer el mantenimiento del avión.

El tiempo fue pasando y por fin un año después de su captura surgió la oportunidad. Aprovechando que la mitad de sus vigilantes se habían ido a rezar, la tripulación del Airstan redujo a los otros tres y subió al avión. Arrancaron la alimentación de emergencia con una batería, con la alimentación un motor y con este motor arrancaron el resto. Rápidamente se colocaron en la pista.

Y tal y como en una película, los talibán salieron en su persecución por la pista y trataron de bloquearla atravesando un camión de bomberos. Pero un Il-76, un avión diseñado para usar incluso pistas de tierra, es mucho Il-76. El Airstan consiguió despegar y puso rumbo a Emiratos. Ningún caza talibán consiguió despegar a tiempo para interceptarlos.

La tripulación volvió a sus vidas. En 2001 publicaron un libro sobre su experiencia y en 2010 se estrenó la película Kandahar.

¿Y el avión? Casi 25 años después sigue en servicio en la compañía Aviacon Zitotrans de Ekaterinburgo.