A finales de octubre de 1915, Isaac Rosenberg acudió a una de las oficinas de reclutamiento de Londres para finalmente dar el paso que había querido evitar. Intentó primero alistarse en el Royal Army Medical Corps para al menos no estar en un puesto de combate, pero dadas sus condiciones físicas, fue rechazado. Fue admitido en uno de los Bantam battalions, creados para hombres que no tenían la estatura mínima, del Suffolk Regiment.

La experiencia de llegar al cuartel en Bury St Edmunds fue un gran impacto. A pesar de ser de clase humilde, Isaac tenía una buena formación y se había movido en círculos culturales. En el batallón se encontró con gente de verdadera clase baja, con comida pésima y escasos bienes. Tardaron por ejemplo semanas en darle uniforme y utensilios como toallas, y había venido con lo puesto.

Por suerte hacia diciembre se le veía más integrado y contento con la situación. Empezó a entablar amistades y dejó de quejarse del duro régimen de trabajo y horarios. Parece que el vigoroso entrenamiento incluso mejoró su salud y sus pulmones. Sin embargo, al igual que en la vida civil, tenía graves problemas con la disciplina y el orden. Sus oficiales reportaban continuamente que no cuidaba el uniforme y que era un individualista.

“Bantams” del Suffolk Regiment durante una visita del Estado Mayor

Y tanta actividad no le dejaba tiempo para la creación. Durante un permiso en Navidad por fin se pudo poner a escribir. Retomó el trabajo con Moses y creó su primer poema desde que se alistó, Marching.

My eyes catch ruddy necks
Sturdily pressed back.
All a red-brick moving glint.
Like flaming pendulums, hands
Swing across the khaki—
Mustard coloured khaki—
To the automatic feet. 

We husband the ancient glory
In these bared necks and hands.
Not broke is the forge of Mars;
But a subtler brain beats iron
To shoe the hoofs of death.
Who pays dynamic air now?—
Blind fingers loose an iron cloud
To rain immortal darkness
On strong eyes.

Rosenberg se aleja completamente de la poesía de otros poetas de la Primera Guerra Mundial. No es satírico como Sassoon, ni “terrenal” como Edward Thomas, ni lamenta como Wilfred Owen. Escribe poemas muy visuales, sin duda por la influencia de la pintura, y con un estilo modernista y mecanicista (“automatic feet”, “flaming pendulums”). Pero sobre todo además no escribe desde la experiencia de un oficial, sino desde la experiencia de un soldado raso que además es judío, con siglos de tradición de persecución y opresión a sus espaldas.

Para cuando volvió al cuartel, Rosenberg se encontró varios cambios. Su regimiento necesitaba ajustes para poder ser apto para el combate, y se hizo una selección de hombres, entre ellos Isaac, que fueron transferidos al 12th South Lancashires para completarlo. Esto supuso además trasladarse a un nuevo cuartel en Blackdown Camp, Farnborough, en unas condiciones pésimas.

Continuaron los ajustes y Rosenberg volvió a ser seleccionado como apto y transferido al 11th King’s Own Royal Lancaster Regiment. En unas condiciones mucho mejores, el adiestramiento se intensificó y expandió. En mayo de 1916 se le otorgó el habitual permiso de unos días antes de ser embarcado a Francia. Dedico buena parte del permiso a seguir trabajando en Moses, centrándola en el conflicto del protagonista: servir a los egipcios o rebelarse y dirigir a su pueblo. Marsh como siempre no estuvo satisfecho ni con las formas ni con el estilo, pero Gordon Bottomley la encontró sublime.

El 25 de mayo Jorge V pasó revista a la División de Rosenberg, y así se lo narró Isaac a Marsh:

El Rey nos pasó revista el jueves. Creo que es la primera Brigada Bantam que ha pasado revista con él. Debe haber estado un buen rato esperando y pensando que no nos habíamos puesto de pie. Desde lejos, con nuestras cortas piernas, parece que estamos sentados”.

El 28 de mayo comenzó el traslado a Francia. El día antes de embarcar, 2 de junio, por fin le hizo saber a alguien de la familia que iba a Francia, su hermana Annie. Así recordaba Annie el momento años después:

No vi a nadie más salvo a Isaac viniendo hacia mi desde el otro lado de la valla. Hablándole a través del alambre le dije: ‘pero Isaac, no eres apto’. Dijo: ‘me han hecho la revisión y soy apto’. Le dije que me dejara pasar y ver al oficial médico. No me dejó. Le pregunté cuánto dinero tenía y me dijo que un chelín. No sabía si lo necesitaba, pero le di los diez chelines que tenía. Estuve con él menos de una hora. Me pasé todo el tiempo rogándole que no fuera. Me dijo adiós y se marchó”.

Durante el viaje en barco escribió The Troop Ship:

Grotesque and queerly huddled
Contortionists to twist
The sleepy soul to a sleep,
We lie all sorts of ways
And cannot sleep.
The wet wind is so cold,
And the lurching men so careless,
That, should you drop to a doze,
Wind’s fumble or men’s feet
Is on your face.

Comenzó así el habitual largo proceso de traslado hacia el Frente. El 12 de junio el 11th King’s Own llegó a su destino, Hulluch, cerca de Loos. Allí, ya con el casco de acero por primera vez, Rosenberg se hizo un autorretrato.

Estas primeras semanas en las trincheras inspiraron Break of Day in the Trenches:

The darkness crumbles away.
It is the same old druid Time as ever,
Only a live thing leaps my hand,
A queer sardonic rat,
As I pull the parapet’s poppy
To stick behind my ear.
Droll rat, they would shoot you if they knew
Your cosmopolitan sympathies.
Now you have touched this English hand
You will do the same to a German
Soon, no doubt, if it be your pleasure
To cross the sleeping green between.
It seems you inwardly grin as you pass
Strong eyes, fine limbs, haughty athletes,
Less chanced than you for life,
Bonds to the whims of murder,
Sprawled in the bowels of the earth,
The torn fields of France.
What do you see in our eyes
At the shrieking iron and flame
Hurled through still heavens?
What quaver—what heart aghast?
Poppies whose roots are in man’s veins
Drop, and are ever dropping;
But mine in my ear is safe—
Just a little white with the dust.

Los siguientes meses continuaron siendo “trabajo de trinchera” sin en principio grandes riesgos, aunque hubo bajas en su unidad debidas a artillería o francotiradores. En noviembre las condiciones de frío y barro empeoraron y los ánimos de Isaac decayeron. En diciembre se envió al batallón a ocupar unas trincheras en pésimas condiciones en el Somme, pero para entonces Rosenberg ya no estaba con ellos. Sus quejas y peticiones a Marsh le habían hecho mover sus hilos y trasladaron a Isaac al 40th Division’s Work Battalion, dedicado a reparar carreteras y otras tareas de infraestructura.

No contento aún con esto, Isaac volvió a escribir a Marsh y este consiguió que le trasladaran como pinche de cocina a una batería de morteros. Pasó aquí unas semanas pero después volvió a ser trasladado al Work Battalion. A pesar de no estar en primera línea, no era un trabajo fácil y suponía arreglar carreteras, cargar alambre espino hasta las trincheras por las noches e incluso trasladar a heridos al hospital y enterrar a muertos. A pesar del trabajo duro, Isaac se mantuvo con buen ánimo en su vertiente artística y empezó a proyectar otra obra, Adam and Lilith.

Las duras condiciones de las trincheras, sobre todo la constante presencia de piojos, le llevaron a dibujar una escena de caza de piojos entre los soldados. Se lo envió a Bottomley, que lo encontró genial, comentando las similitudes con Goya. Y esto llevó al poema Louse hunting:

Nudes—stark and glistening,
Yelling in lurid glee. Grinning faces
And raging limbs
Whirl over the floor one fire.
For a shirt verminously busy
Yon soldier tore from his throat, with oaths
Godhead might shrink at, but not the lice.
And soon the shirt was aflare
Over the candle he’d lit while we lay.

Then we all sprang up and stript
To hunt the verminous brood.
Soon like a demons’ pantomime
The place was raging.
See the silhouettes agape,
See the gibbering shadows
Mixed with the battled arms on the wall.
See gargantuan hooked fingers
Pluck in supreme flesh
To smutch supreme littleness.
See the merry limbs in hot Highland fling
Because some wizard vermin
Charmed from the quiet this revel
When our ears were half lulled
By the dark music
Blown from Sleep’s trumpet.

Nuevamente Rosenberg construye un poema visual que con su ritmo sincopado nos transmite la absurda lucha de los soldados con los piojos, con las sombras creando una situación caótica y, como le dijo Bottomley, goyesca. Y así se describe una “gran batalla” contra la “suprema pequeñez” de los piojos, relacionando el absurdo de esta batalla con la gran batalla en la que se encuentran los soldados.

En abril de 1917 el 11th King’s Own entró en combate en las ofensivas aliadas en Vimy y Arras, tomando Beaucamp con numerosas bajas. Rosenberg seguía en el Works Battallion y se libró así de lo peor de la ofensiva. Uno de sus trabajos era llevar suministros a primera línea por las noches. No era una acción de combate, pero era un trabajo peligroso y arduo y uno de los consuelos era el canto de las alondras al amanecer, que inspiró Returning, We Hear the Larks:

Sombre the night is:
And, though we have our lives, we know
What sinister threat lurks there.

Dragging these anguished limbs, we only know
This poison-blasted track opens on our camp—
On a little safe sleep.

But hark! Joy—joy—strange joy.
Lo! Heights of night ringing with unseen larks:
Music showering on our upturned listening faces.

Death could drop from the dark
As easily as song—
But song only dropped,
Like a blind man’s dreams on the sand
By dangerous tides;
Like a girl’s dark hair, for she dreams no ruin lies there,
Or her kisses where a serpent hides.

A finales de mayo de 1917 Isaac fue transferido a los Royal Engineers (229th Field Company) y su trabajo principal pasó a ser mantener las alambradas. Era también un trabajo nocturno y que le hacía ir a primera línea y ver los cadáveres que habían quedado en tierra de nadie. Esto inspirará el poema Dead Man’s Dump:

The plunging limbers over the shattered track
Racketed with their rusty freight,
Stuck out like many crowns of thorns,
And the rusty stakes like sceptres old
To stay the flood of brutish men
Upon our brothers dear.

The wheels lurched over sprawled dead
But pained them not, though their bones crunched,
Their shut mouths made no moan.
They lie there huddled, friend and foeman,
Man born of man, and born of woman,
And shells go crying over them
From night till night and now.

Earth has waited for them,
All the time of their growth
Fretting for their decay:
Now she has them at last!
In the strength of their strength
Suspended—stopped and held.

What fierce imaginings their dark souls lit?
Earth! have they gone into you!
Somewhere they must have gone,
And flung on your hard back
Is their soul’s sack
Emptied of God-ancestralled essences.
Who hurled them out? Who hurled?

None saw their spirits’ shadow shake the grass,
Or stood aside for the half used life to pass
Out of those doomed nostrils and the doomed mouth,
When the swift iron burning bee
Drained the wild honey of their youth.

What of us who, flung on the shrieking pyre,
Walk, our usual thoughts untouched,
Our lucky limbs as on ichor fed,
Immortal seeming ever?
Perhaps when the flames beat loud on us,
A fear may choke in our veins
And the startled blood may stop.

The air is loud with death,
The dark air spurts with fire,
The explosions ceaseless are.
Timelessly now, some minutes past,
Those dead strode time with vigorous life,
Till the shrapnel called ‘An end!’
But not to all. In bleeding pangs
Some borne on stretchers dreamed of home,
Dear things, war-blotted from their hearts.

Maniac Earth! howling and flying, your bowel
Seared by the jagged fire, the iron love,
The impetuous storm of savage love.
Dark Earth! dark Heavens! swinging in chemic smoke,
What dead are born when you kiss each soundless soul
With lightning and thunder from your mined heart,
Which man’s self dug, and his blind fingers loosed?

A man’s brains splattered on
A stretcher-bearer’s face;
His shook shoulders slipped their load,
But when they bent to look again
The drowning soul was sunk too deep
For human tenderness.

They left this dead with the older dead,
Stretched at the cross roads.
Burnt black by strange decay
Their sinister faces lie,
The lid over each eye,
The grass and coloured clay
More motion have than they,
Joined to the great sunk silences.

Here is one not long dead;
His dark hearing caught our far wheels,
And the choked soul stretched weak hands
To reach the living word the far wheels said,
The blood-dazed intelligence beating for light,
Crying through the suspense of the far torturing wheels
Swift for the end to break
Or the wheels to break,
Cried as the tide of the world broke over his sight.

Will they come? Will they ever come?
Even as the mixed hoofs of the mules,
The quivering-bellied mules,
And the rushing wheels all mixed
With his tortured upturned sight.
So we crashed round the bend,
We heard his weak scream,
We heard his very last sound,
And our wheels grazed his dead face.

La compañía de Royal Engineers de Rosenberg tuvo un verano de 1917 relativamente tranquilo. En septiembre participaron en un ataque en Cambrai, pero para entonces Isaac estaba camino de Inglaterra gracias a su primer permiso desde que había llegado a Francia. Como tantos otros soldados al volver a casa, y como le ocurrió a Sassoon, Isaac encontró un absoluto abismo entre la realidad de la guerra y lo que sabía o percibía la gente en casa. El 28 de septiembre se despedía de familia y amigos y volvía a Francia.

Isaac (dcha.) con su hermano Elkon en una foto hecha durante el permiso

A los quince días de regresar, Rosenberg contrajo la gripe y se pasó los dos meses siguientes en el hospital. Esta en principio mala suerte fue en realidad buena suerte. Durante esos dos meses fue devuelto al 11th King’s Own, que combatió en la Batalla de Cambrai sufriendo numerosas bajas. La Compañía A de Rosenberg tomó el 20 de noviembre Bourlon Wood, perdiendo a la mitad de los que entraron en acción. En esta batalla, aunque en otras divisiones, también participaron sus hermanos David y Elkon, y ambos fueron heridos de gravedad.

Bourlon Wood, fotografía tomada tras la batalla

Durante el tiempo en el hospital, además de pintar, Isaac se puso a cambiar la historia de Adam and Lilith para convertirla en otra obra, The Amulet, que finalmente también abandonó, aprovechando partes para The Unicorn, que se basaría en el mito del Rapto de las Sabinas.

En enero de 1918 Isaac volvió con su regimiento, en las habituales pésimas condiciones del invierno y con un duro régimen de adiestramiento y trabajos que le impedían escribir. Esto era como una tortura para Isaac e intentó que se le transfiriera al recién creado Batallón Judío. Destinado a Oriente Medio, era una manera de huir del invierno de Francia. Isaac no solo no consiguió el traslado, sino que además su batallón fue reorganizado debido a bajas e incorporado a un nuevo regimiento, el 1st King’s Own, destinado a repeler la rumoreada ofensiva alemana de primavera.

El 21 de marzo de 1918 la Ofensiva Michael se hacía realidad. El ataque alemán, destinado a derrotar o al menos dar un duro golpe a los Aliados antes de que los americanos tuvieran su contingente a punto, fue en los primeros días un sonoro éxito, con un avance de varios kilómetros. Del 24 al 28 la compañía de Isaac estuvo en reserva pero con orden de “stand to”, es decir, completamente equipados para entrar en combate si era necesario. En esos frenéticos días de alguna manera Isaac consiguió escribir uno de sus mejores poemas, Through These Pale Cold Days:

Through these pale cold days
What dark faces burn
Out of three thousand years,
And their wild eyes yearn,

While underneath their brows
Like waifs their spirits grope
For the pools of Hebron again—
For Lebanon’s summer slope.

They leave these blond still days
In dust behind their tread
They see with living eyes
How long they have been dead.

Este poema acabaría siendo el último de Rosenberg y aunque tiene detalles que parecen un canto al Batallón Judío al que Isaac ansiaba unirse, parece centrarse más en su sufrimiento en las trincheras y expresa una premonición de su muerte, sobre todo los dos versos finales que sugieren que los soldados son como mucho muertos vivientes viviendo tiempo de prestado.

A las 3 de la mañana del 28 de marzo, el día que Rosenberg envió este poema a Marsh, los alemanes renovaron su ataque con tal rapidez que la trinchera de Isaac, técnicamente de reserva, pasó a ser el frente. Su compañía se mantuvo tres días en esa posición hasta que les ordenaron retirarse. Pero Rosenberg no conseguiría unirse a la retirada. Al amanecer del 1 de abril de 1918 murió durante el asalto alemán a su trinchera.

Su cuerpo quedó en tierra de nadie durante días y las noticias de su muerte no llegaron a Londres hasta el 16. Entre sus pertenencias se encontró una nota que serían sus últimas palabras:

El arte es una cosa tan pequeña. Un pequeño dolor; decepción y cualquier persona siente una profundidad, una emoción sin límites, pensamientos inarticulados que ningún poeta ha conseguido nunca reflejar.

La muerte no me conquista, yo conquisto a la muerte. Yo soy el amo”.

Lápida de Isaac Rosenberg en el cementerio de Bailleul, a las afueras de Arras