La Batalla de la Carretera de Raate

El frío era cada vez más penetrante y el hambre cada vez más dolorosa. El soldado soviético llevaba horas sentado al borde del bosque. La defensa soviética de Suomussalmi se había venido abajo y como tantos miles había salido corriendo en dirección este, intentando volver a casa a la desesperada.

De cuando en cuando miraba entre horrorizado y fascinado el bosque que había atravesado. No era ni de lejos como los bosques de Ucrania ni en el peor de los inviernos. Aquel bosque, aquella catedral de esbeltos y rectos pinos no ofrecía ni refugio ni calma.

Delante tenía un lago helado. En la otra orilla el bosque continuaba. Más allá la frontera. La Unión Soviética. Pero sobre el hielo del lago había todo un reguero de cadáveres. Por eso el soldado llevaba horas sentado, sin decidirse.

El frío y el hambre acabaron venciendo. El soldado se levantó y salió corriendo hacia la otra orilla. Segundos después yacía sobre la nieve con sus compañeros. El francotirador finlandés que llevaba horas acechando no perdonó la ocasión.

Así terminó sus días la 163ª División Soviética. La primera amenaza había sido destruida, pero ahora los hombres del coronel Siilasvuo tenían ante si otra división completa, fresca y mejor preparada: la 44ª División.

Siilasvuo había empezado a actuar contra la 44ª días antes de la destrucción de la 163ª. Era necesario evitar que ambas divisiones contactaran. Así, el 23 de diciembre de 1939 el capitán Mäkinen y sus hombres, los que habían creado el motti donde estaba atrapada la 163ª, atacaron la vanguardia de la 44ª mientras otros pequeños destacamentos finlandeses atacaban los flancos. Los daños causados no fueron muchos, pero esto más el acoso constante los días posteriores con francotiradores y morteros fueron suficientes para que el general Vinogradov, al frente de la 44ª, pensara que se estaba enfrentando a una fuerza finlandesa muy superior. Vinogradov se detuvo. La 163ª estaba sentenciada. Nunca recibiría refuerzos de la 44ª. Pero la 44ª sin saberlo también estaba sentenciada. Estirada a lo largo de 25 kilómetros en una carretera iba a ser una presa fácil para los finlandeses.

El primer golpe tuvo lugar la noche del 1 al 2 de enero de 1940. Un batallón comandado por el capitán Lasila se posicionó a unos 3 kilómetros al este del corte de carretera de Mäkinen, en una cresta desde la que se tenía a tiro toda la carretera. A la medianoche los finlandeses se lanzaron al ataque siguiendo el método habitual. Una vez en la carretera la fuerza se dividió en dos, una hacia el este y otra hacia el oeste, destruyendo todo lo que pudo a su paso. En la siguiente oleada los ingenieros entraron para construir el corte de carretera. Tras dos horas de combates, 500 metros de carretera habían sido despejados y se habían creado dos nuevas barreras. Por la mañana los soviéticos intentaron romper la barrera este atacando con tanques. Los dos únicos cañones antitanque que tenían los finlandeses destruyeron siete tanques que reforzaron aún más el bloqueo.

Puesto de ametralladora finlandés. A falta de morteros, las ametralladoras pesadas suplieron su función

Una vez calmados los combates, la logística del ejército finlandés se puso en marcha. Al igual que en todas las otras operaciones de primera línea, se llevaron trineos con comida caliente a los hombres y se montaron en la cresta tiendas de campaña con estufas. Comenzaron las rotaciones de personal, de tal manera que tras unas horas de patrulla o combate, los hombres eran relevados, iban a las tiendas a comer y tomar café caliente y después podían regresar a sus barracones a dormir con todas las comodidades.

Mientras tanto dentro del motti a medida que pasaban las horas las condiciones se iban volviendo pésimas. Con escasas provisiones y ningún lugar donde refugiarse, los soldados soviéticos se veían sometidos al constante acoso de las patrullas 24 horas de los finlandeses, a veces breves ataques, a veces disparos de francotiradores. Los objetivos eran cuidadosamente seleccionados: depósitos de municiones, radios y sobre todo las cocinas de campaña para hundir la moral. Los soviéticos en realidad lo habrían tenido tan fácil como abandonar la carretera, lanzarse al ataque y dejar que la superioridad numérica y de armamento hicieran el resto. Pero la 44ª sufría los mismos fallos que la 163ª. La 44ª estaba más equipada, pero sus hombres no estaban preparados. Contaba por ejemplo con miles de equipos de esquí, pero apenas nadie sabía usarlos. Contaba con una potencia de fuego aún mayor dado el gran contingente mecanizado y blindado. Pero eso precisamente le restaba movilidad.

El 2 de enero se lanzaron nuevos ataques que encontraron una dura resistencia soviética, con lo que no se pudo avanzar mucho pero se aumentó la presión. El 3 los finlandeses se dedicaron a mejorar sus comunicaciones preparando carreteras sobre el hielo y distribuyendo suministros. Todo ello para preparar el gran asalto del 5 de enero.

El 5 de enero se lanzó desde el norte y el sur un gran ataque contra el grupo principal de tropas soviéticas, cerca de Haukila, dirigido por el coronel Mäkiniemi. En el ataque se emplearon tres cuartas partes de la artillería que tenía Siilasvuo, es decir… SEIS cañones. Más al este, otra fuerza con los DOS cañones restantes y dirigida por el capitán Kari lanzó ataques de Tyynelä a Kokkojärvi. Finalmente, una fuerza dirigida por el capitán Fagernas haría de “tapón” de la carretera más al este, cortando la carretera en el río Purasjoki.

Mapa de los ataques del 5 de enero, fuente: William R. Trotter, The Winter War

El ataque se enfrentó a una resistencia soviética furiosa y desesperada. El grupo de Mäkiniemi no llegó a la carretera. La fuerza de Kari intentó capturar el cruce de Kokkojärvi pero se encontraron frente a tanques sin nada con lo que poder atacarlos.

La fuerza de Fagernas tuvo más suerte. Causaron daños a las tropas en Raate y volaron un puente pequeño, aunque no consiguieron destruir el más importante puente en Purasjoki. Una patrulla además emboscó un convoy de camiones con tropas de la NKVD recién llegadas. Vistos los éxitos, Siilasvuo envió refuerzos a Fagernas y finalmente a las 10 de la noche consiguieron volar el puente de Purasjoki, lo que dejó sellada la carretera ya que el hielo del río no era suficiente para el peso de tanques y camiones. La 44ª ya no tenía ni vía de escape ni de refuerzos.

El 6 de enero fue otro día de intensos combates. Los soviéticos recurrieron a lanzar caballos contra los campos de minas para tratar de abrirse paso. El grupo de Mäkiniemi consiguió por fin llegar a la carretera e ir acabando uno por uno con los puestos soviéticos. La fuerza de Kari continuó sus esfuerzos y separó otro grupo de soviéticos. Al final del día el General Vinogradov dio una orden que era una retirada general sin esas palabras. El 7 algunos mottiofrecieron alguna resistencia pero poco a poco la 44ª se fue disolviendo. Al amanecer del 8 de enero cesó toda resistencia soviética. 

El panorama que reveló el amanecer fue algo antes nunca visto. 43 tanques y 270 vehículos de otros tipos estaban o bien destruidos en la carretera o abandonados en las cunetas.

Desde Piispajärvi, el punto más avanzado de la 163ª hasta la frontera con la URSS yacían los cadáveres congelados de 27 mil soldados soviéticos.

Soldados congelados en su foso de tirador Foto: © Carls Mydans, corresponsal durante la guerra

Pero además los finlandeses consiguieron hacerse con enormes cantidades de material intacto que serían vitales para continuar combatiendo: 48 piezas de artillería, 600 rifles, 300 ametralladoras, algunos morteros y tanques y vehículos de todo tipo, además de numerosos caballos de tiro.


Los finlandeses habían terminado la batalla con 900 muertos y 1770 heridos. A las bajas soviéticas ya mencionadas había que sumar largas columnas de prisioneros.

Y la captura hasta de material de propaganda con una profunda carga irónica

“No tememos las amenazas del agresor y devolveremos redoblado el golpe a los que incitan a la guerra”

Los generales soviéticos no llegaron a ser capturados, aunque quizás habría sido lo mejor para ellos. Nunca se supo más de Zelentsov, el comandante de la 163ª. Se supone que se deshizo de sus papeles y galones y se unió a sus hombres en la huida por los bosques, muriendo en el intento. En cuanto a Vinogradov, logró regresar a la URSS a bordo de un tanque. Fue detenido por la NKVD, juzgado, condenado oficialmente por la pérdida de 55 cocinas de campaña ante el enemigo y ejecutado de inmediato.

La victoria finlandesa había sido total. Durante el resto de la guerra no hubo más operaciones significativas en la zona. Esta y otras victorias no serían sin embargo suficientes. Los soviéticos centraron sus esfuerzos en febrero en el frente más crítico, el itsmo de Karelia y a base de la simple fuerza de los números consiguieron romper las defensas finlandesas. El 11 de marzo de 1940 Finlandia se veía forzada a aceptar un tratado de paz con significativas pérdidas territoriales. Pero el sacrificio no había sido en vano. Estaba claro que el objetivo inicial soviético era ocupar toda Finlandia y hacerla desaparecer. Los 900 caídos en Suomussalmi, recordados hoy en día en un sencillo memorial, junto a los miles de muertos en la guerra, habían logrado salvar con su determinación y valor, con ese especial carácter finlandés llamado sisu, la libertad de sus compatriotas.

Memorial de la batalla de Suomussalmi, foto de shusso from älykuvio-K, Finland – the Winterwar monument in Suomussalmi Uploaded by A333, CC BY-SA 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=18067872