A principios de 1946 la situación estratégica de Estados Unidos permitía exhibir un optimismo infinito. Con la Segunda Guerra Mundial acabada y un firme control del Pacífico y Europa Occidental, la única gran amenaza que se cernía sobre América era el antiguo aliado, la URSS, con el que las relaciones se estaban deteriorando a pasos agigantados. Pero incluso si la situación acababa desatando otra guerra mundial, Estados Unidos podía estar más que tranquilo. Eran la única potencia con armamento nuclear.

Es cierto que en ese momento la industria armamentística nuclear aún estaba en sus comienzos y construir una bomba era más un trabajo artesanal que industrial. Y es cierto que los únicos sistemas de lanzamiento de esas bombas disponibles eran lentos y pesados bombarderos que llegado el momento tardarían horas en alcanzar sus objetivos en la URSS.

Pero dado que la URSS solo podía responder con armamento convencional, ¿qué había que temer? Los bombarderos despegarían, se dirigirían a sus objetivos y el único obstáculo sería superar las defensas antiaéreas soviéticas, todavía demasiado rudimentarias. Se podía sencillamente saturarlas con un gran número de aviones.

Las cosas cambiarían para siempre el 29 de agosto de 1949 con Joe-1

Ese día los rusos hacían su primera prueba nuclear, la bomba RDS-1, apodada por los americanos Joe-1 (Por “Joe”, Josif Stalin). La existencia de Joe-1 inició una carrera tecnológica de décadas por apurar el cada vez más escaso tiempo para iniciar o responder a un ataque nuclear.

De las redes de observadores voluntarios con prismáticos que vigilaban las costas de América se pasó a una sofisticada red de radares. De los sistemas de defensa basados en cañones antiaéreos y cazas de hélice se pasó a misiles antiaéreos con cabeza nuclear para destruir de un golpe formaciones de bombarderos. Y se pusieron cantidades ingentes de recursos en el desarrollo de misiles que pudieran alcanzar territorio soviético en minutos para no depender de lentos bombarderos.

Pero mientras llegaban esos misiles, que tardarían años en ser operativos y en construirse en cantidad suficiente, el puntal de la fuerza nuclear americana siguieron siendo los bombarderos. Y de los bombarderos que podían cargar sus bombas con calma y despegar de sus bases se pasó a tenerlos en alerta a pie de pista y con bombas cargadas.

Y por último, en el punto álgido de la fuerza nuclear de bombarderos a primeros de los años 60, dado el peligro de que se recibiera primero un ataque soviético contra las bases que destruyera los bombarderos en tierra, se pasó a un sistema en el que siempre había en el aire una fuerza de bombarderos volando cerca del espacio aéreo ruso lista para actuar mientras el resto de bombarderos estaban preparados para, en un máximo de 12 minutos, despegar de sus bases y volar hacia sus objetivos.

El sistema de alerta funcionaba de tal forma que en cuanto uno de los radares del Ártico detectaba una amenaza creíble se ponía en marcha la respuesta nuclear. Incluso en el caso de que los soviéticos decidieran atacar primero estos radares para “cegar” las defensas americanas, se mantenía en vuelo continuamente un bombardero cerca del radar más importante en Thule, Groenlandia, para que diera la alarma.

Obviamente un sistema así estaba potencialmente plagado de errores y falsos positivos. Un fallo en un radar, la repentina pérdida de comunicaciones debido a errores y no a un ataque, o un operador de radar demasiado cansado o nervioso podían acabar provocando una guerra nuclear. Como salvaguarda los bombarderos tenían orden de, antes de entrar en espacio aéreo soviético, esperar un mensaje cifrado que confirmara el ataque y sus objetivos.

Pero aquí surgía un nuevo problema. Si el ataque era real y los soviéticos lograban penetrar las defensas americanas, ¿quién quedaría vivo y con medios para comunicarse con los bombarderos y dar la orden? ¿Llegaría el Presidente a tiempo a su búnker? ¿Sobrevivirían al ataque nuclear los sistemas de radio del Mando Aéreo Estratégico de Estados Unidos?

La entonces novedosa tecnología de los misiles intercontinentales daría la solución con el ERCS (siglas en inglés de Sistema de Comunicaciones de Emergencia por Cohete).

Dentro de la red de misiles nucleares había dos misiles especiales que constituían el ERCS y que en lugar de llevar una cabeza nuclear tenían una emisora UHF. En caso de no haber posibilidad de comunicarse con los bombarderos, se lanzarían los dos ERCS, uno con una trayectoria que atravesaría el Ártico y el otro que cruzaría el Atlántico y el Mediterráneo.

Las emisoras UHF de los misiles se encargarían de transmitir a los bombarderos los EAM (siglas de Mensaje de Acción de Emergencia). Contaban además con un sistema de “hombre muerto”: diversos sensores sísmicos y térmicos en el silo de misiles se habrían encargado de detectar un ataque nuclear. En caso de que nadie activara los misiles (indicando un ataque soviético con éxito que hubiera acabado con el personal del silo), se habrían lanzado de manera automática tras unos minutos si nadie bloqueaba el lanzamiento.

Pie de foto: prueba de lanzamiento de un misil Minuteman, el tipo de misil sobre el que iba montado el ERCS

¿En qué consistía un EAM? Era un mensaje codificado con un tipo de criptografía llamado cifrado de libreta de un solo uso. Es el sistema que hemos visto en muchas películas de espías, pero es real y totalmente seguro, aunque incómodo de usar, y solo práctico en circunstancias determinadas.

En este sistema el mensaje a transmitir se combina con una clave del mismo tamaño exacto que el mensaje y que solo se usa una vez. No aburriremos con los detalles, pero el caso es que sus características hacen que no importe que el enemigo intercepte el mensaje porque no podrá descifrarlo. Una vez lanzados, los misiles del ERCS habrían transmitido algo como esto mientras les durara el combustible:

“G5RTZN G5RTZN G5RTZN stand by, message follows
G5RTZNMERFOBIV4EDDS3V6MZTHWMTX I say again
G5RTZNMERFOBIV4EDDS3V6MZTHWMEX this is mainsail out”

Los operadores de radio de los bombarderos habrían decodificado el mensaje y dado las instrucciones necesarias al resto de la tripulación. Y así se habría comunicado por última vez una orden en la Historia de la Civilización.

Con el creciente despliegue de los misiles nucleares la fuerza de bombarderos fue viendo cada vez más reducida sus números. Los ERCS de todas formas siguieron preparados en sus silos para poder transmitir órdenes a los pocos bombarderos que siguieron en patrulla y a los submarinos con misiles nucleares.

Finalmente, con la caída de la URSS, George Bush (padre) dio orden en 1991 de desactivar por completo los ERCS y las patrullas de bombarderos. Los EAM pasaban a la Historia, como tantas otras tecnologías de la Guerra Fría.

Aunque esto no es del todo cierto.

Si con una radio de onda corta sintonizamos hoy en día la frecuencia de 8992 Khz, nos podemos encontrar con algo como esto:

Sí, se trata de un EAM. El sistema no ha sido abandonado. Varias bases de Estados Unidos emiten de vez en cuando por esta frecuencia EAMs. El programa es, cómo no, totalmente secreto, así que no se pueden hacer más que meras especulaciones, pero parece claro que se siguen usando EAMs para dar instrucciones de forma segura y con un bajo coste a fuerzas de Estados Unidos dispersas por todo el mundo.

Y no solo eso. Aparte de los EAM convencionales, en esta frecuencia se emiten en momentos muy concretos otro tipo especial de EAM. Por ejemplo, este fue grabado el 15 de abril de 2017:

¿Qué ocurrió el 15 de abril de 2017? Corea del Norte hizo una prueba de un misil. Justo después del lanzamiento, a “alguien” se le comunicaron órdenes de actuar en caso de necesidad. Es sabido que los submarinos nucleares siguen patrullando los mares. Pero estos otros mensajes indican que además sigue habiendo bombarderos en patrulla, muy posiblemente los casi invisibles al radar bombarderos B-2.

Dormid tranquilos. Skyking vela por nosotros desde el cielo.