Peter Wenzel estaba asustado. Ya habían pasado varios días sin noticias de su cuñada Gertrud. Después de muchas dudas, con los peligros que suponía hacer una visita a alguien en el Berlín de 1943 (bombardeos aliados, una Gestapo cada vez más paranoica…), se decidió a ir al apartamento de Schöneberg que Gertrud se había visto forzada a compartir con otros judíos desde 1941. 

El apartamento estaba vacío. Todo estaba en su sitio, solo estaban algunos cajones y armarios abiertos como si sus habitantes hubieran hecho una maleta a toda prisa. Los intentos de averiguar dónde estaba Gertrud dieron con un muro de silencio. Se había convertido en otra más de los miles de judíos que estaban desapareciendo de Alemania.

Gertrud Käthe Chodziesner nació un 10 de diciembre de 1894 en una familia judía asimilada de clase media de Berlín. La familia del padre, Ludwig, era originaria de Chodziez, cerca de Poznan, y la ciudad daría el apellido de la familia. Los padres de Ludwig eran unos esforzados comerciantes dedicados a ganar dinero para que sus hijos pudieran estudiar. Y lo cierto es que lo consiguieron. Ludwig fue un brillante estudiante de Derecho que se convirtió en un reputado abogado. Podría fácilmente haber sido juez, pero en esa época aún era un cargo vetado a judíos, por lo que continuó ejerciendo de abogado y acabó convertido en un auténtico abogado estrella.

La familia de la madre, Elise, era más urbanita y acomodada. La abuela de Gertrud fue una de esas pocas privilegiadas personas que se podía permitir en el siglo XIX viajar por el mundo y recorrió varias veces el Mediterráneo y Oriente Medio. La abuela era además una auténtica materfamilias que mantenía en contacto a todas las ramas de la familia, que incluía a la de Walter Benjamin, primo de Gertrud.

La fama de Ludwig le permitió moverse en círculos de clase alta y fue así como acabó conociendo a Elise. Tras un breve noviazgo y la boda el matrimonio se instaló en Berlín. Pasada una época de frecuentes mudanzas, los Chodziesner acabaron comprando una casa con jardín en Westend-Charlottenburg que sería la casa familiar durante veinte años.

No hay muchos detalles sobre la infancia de Gertrud. Hizo los estudios primarios en una escuela pública y la secundaria en una escuela privada, ya que el Estado solo pagaba los estudios primarios a las chicas (y aun así, esta secundaria tenía contenidos más limitados que la de los chicos). Acabada esta secundaria, Gertrud hizo estudios adicionales en una escuela agraria, hecho bastante sorprendente dado que estos estudios estaban pensados para futuras esposas de terratenientes, no para la hija de un abogado judío. No hay nada en las cartas y memorias familiares que permita saber el porqué de estos estudios.

Sí que nos consta que desde la infancia Gertrud fue una ávida lectora y no solo de libros infantiles. Su obsesión con los clásicos llevó a una anécdota recordada durante años y años por la familia: obsesionada con querer ser una espartana, Gertrud le pidió una y otra vez a su madre que le preparara el famoso “caldo negro” que era la dieta básica de los soldados espartanos. La madre salió del paso con un guiso de lentejas requemado.

En 1914, con el estallido de la Primera Guerra Mundial, Gertrud comenzó una relación con un oficial, Karl Jodel, que llevaría a una tragedia que marcaría para siempre su vida. Gertrud quedó embarazada, la relación se rompió y Gertrud terminó abortando. Está claro tanto por los escritos de Gertrud como por sus obras que no lo hizo de buen grado y se vio obligada a hacerlo “por responsabilidad”. Nunca sabremos quién le hizo dar el paso ya que la familia extendió un velo de silencio sobre el “incidente”. Pero es significativo que Gertrud mantuviera siempre una excelente relación con su padre y sin embargo la relación con su madre fuera más distante y fría. Pero es imposible señalar culpables. Es otro de los secretos de Gertrud que quedaron convertidos en cenizas.

Esta maternidad perdida marcó para siempre su obra. En diciembre de 1917 se publicó su primer libro, Gedichte(Poemas) y con la publicación creó su alter ego, su personalidad escritora, tan cercana y tan alejada de la personalidad cotidiana. Gertrud Chodziesner pasó a ser la autora Gertrud Kolmar, por el nombre alemán que dieron a Chodziez sus habitantes judíos.

El tema central de este ciclo de poemas fue la maternidad y el mejor exponente es el poema Meins (Mío).

No sé cuándo vendrá

Para que pueda tocarle con mis manos:

Con rizos oscuros en la frente

Y un lazo rojo.

No sé si vendrá

Para que mis ojos puedan verle:

Sus pies, pequeños y torpes

Incapaces de caminar rápido.

El camino es largo, muy largo:

¿Cómo se atreverá a hacer esa caminata?

Pero sin duda mi felicidad, mi gran fortuna

Nace en sus diminutas manos.

Y como una escalofriante premonición del futuro de Gertrud, el libro se cierra con el poema Ich weiss es ().

El camino que quiero tomar lleva al esfuerzo

El camino que quiero tomar lleva a la escasez

El camino que quiero tomar lleva a la muerte

El camino que quiero tomar lleva al lamento.

Y cada hito tiene una lengua,

Y todos los guijarros gritan,

Gritan de aflicción donde una chica jadeante se cayó, rápida,

Fugaz, abandonada, cansada y enferma.

El camino que quiero tomar lleva a la escasez

El camino que quiero tomar lleva a la muerte

¡Y aún así lo tomaré!

Chicas estúpidas sufriendo vergüenza y tormento:

Hubo mil antes de mi.

Habrá mil después de mi.

Seré la número mil uno.

Mis labios en la boca de un extraño:

Y moriré mujer como un perro sarnoso.

¿No estás horrorizada? No.

El latido de mi corazón sobre el pecho de un extraño:

¡Reíd, ojos míos, antes de que tengáis que llorar!

Y no llorarás sola.

El camino que quiero tomar lleva a la escasez

El camino que quiero tomar lleva a la muerte

Pena y lamentos, melancólico esfuerzo:

¡Lo sé y aún así lo tomaré!

La otra gran pasión juvenil de Gertrud fueron los idiomas. Llegada a la edad adulta ya dominaba el inglés y el francés y tenía algunos conocimientos de ruso. Fue así como consiguió su primer trabajo: censora postal en el campo de prisioneros de guerra de Doberitz. Este conocimiento de la censura postal acabaría siendo desgraciadamente útil en la última etapa de su vida.

Prisioneros de guerra británicos en el campo de Doberitz

Terminada la guerra, en agosto de 1919 consiguió su primer trabajo como tutora. Hizo un excelente trabajo con los niños y se los ganó de inmediato. El trabajo duró poco no por descontento de la familia, sino simplemente porque ya no se lo podían permitir. 

Y es que esa era la dura vida de la Alemania de posguerra, agitada por revoluciones e inestabilidad. La familia tuvo que dejar la casa de Westend y alquilar un piso en Kurfürstendamm, privándose del jardín y la naturaleza que a todos reconfortaban tanto.

Gertrud continuó encadenando trabajos de tutora, mientras que su hermana Hilde, casada con el librero Peter Wenzel, comenzó a trabajar también de librera. Fue en esta época cuando Gertrud escribió otro ciclo de poemas que no se publicó hasta su muerte y donde vuelve la obsesión por el hijo perdido.

La situación familiar mejoró y el padre, harto de vivir en un piso, acabó comprando una casa en el 10 de Feuerbachstrasse, en Neu-Finkenkrug, un suburbio apartado de casas de campo y segundas residencias. Estaba muy a las afueras, pero traería paz y descanso al padre en una época muy convulsa. La estabilidad duró poco en la República de Weimar y comenzó la época de la hiperinflación, que obligó a la familia a ir a recibir al padre a la estación para ir a comprar de inmediato con el dinero que le habían pagado ese día. Esperar dos o tres horas suponía que el dinero que a las tres compraba comida para toda una familia una semana, a las cinco solo valía para comprar una hogaza de pan.

Mientras tanto Gertrud fue sucediendo trabajos de tutora que por la situación seguían siendo breves. Las cartas de recomendación y los diarios de las familias que la tuvieron de tutora alaban continuamente su habilidad con los niños, su ternura y su inteligencia emocional.

Así transcurrieron ocho años de trabajo en trabajo, hasta que en 1927 Gertrud trató de conseguir un puesto en la División de Idiomas del Ministerio de Exteriores. La solicitud fue rechazada y poco después emprendió su primer y único viaje al extranjero, a Francia, a perfeccionar el idioma con la intención de volver a presentarse a la plaza en el ministerio, aunque esto nunca llegaría a ocurrir.

La escritura de poemas no se detuvo y en este año Gertrud preparó un nuevo ciclo que combina lo cómico con lo serio. Destaca entre los primeros Der Einheitsschein (Billete Sencillo), un poema al que solo le falta la música de cabaret:

¡Vera la de los finos gemelos

Y con forma de maniquí

Vive en Licthenrade!

Y yo vivo en Grunewald.

Antes tenía que conducir

Aunque mi cartera estaba vacía

Y con el paso de los años pensé

Tendrías que deshacerte de este lujo.

Hoy en día vas desde Panke

Todo el camino hasta Krumme Lanke

Arriba, abajo, dentro y fuera

Todo con un billete individual.

Por todo Berlín por veinte pfennig

De Rummelsburg a Tauentzien

De Pichelsdorf a un nuevo mundo

Todo al mismo precio.

Mi pequeña Lisolette

Me pide noche y día

Querido Otto por favor sé tan amable

De darme una locomotora Hanomag

La presiono saboreando el momento

Solo dos groschen en la mano,

Cariño, para qué necesitas un coche

Lo que necesitas es la pura razón

Porque hoy en día vas con…

Toda clase de metro

Autobuses ABOAG y tranvías

Con las cajas más diminutas

Por todo el mapa Pharusplan.

Y se trata de ahorrar, ahorrar

Y hoy en día no es en absoluto difícil

Si tienes que conducir mucho

Acabarás hecho un millonario.

En contraste con esta comicidad se encuentran en este ciclo poemas más serios como este fragmento de Die Erzieherin (La Gobernanta), que muestra ya el camino hacia los mundos oníricos que creará en su obra Gertrud Kolmar:

Vivir esta vida no es difícil.

Pero es ciertamente difícil existir en esta vida;

Porque siempre camino en secreto con el ciervo

Por bosques profundos, salvajes, desconocidos.

Por bosques desconocidos. Donde el peligro

Canta aventuras

Y una estrella, no sujeta a ninguna ornitología

Se posa coronada de rojo en talones azul cobalto.

Dos delicados niños acunan sus pequeñas coronas con fruta,

Con el aire mudo de arpas infinitas

Y me escudan de todos los demás que huyen,

Que tengo que educar, mimar, castigar, pero no amar.

(..)

1928 fue el año en el que la autora empezó a ser conocida en los círculos literarios gracias a su primo Walter Benjamin, que publicó dos de sus poemas en Literarische Welt (Mundo Literario): Los Grandes Fuegos Artificiales y El Escudo de Armas de Zina, este último parte de una serie inspirada en unos sellos coleccionables de escudos de ciudades que regalaban con unos paquetes de café.

Ese mismo año Elise, la madre de Gertrud, cayó enferma y Gertrud comenzó a ayudar en la casa y en la pequeña granja que habían montado en el jardín, criando pollos y conejos con la ayuda de su hermana Margot, ornitóloga. Realmente Gertrud no tenía ninguna obligación de hacerlo, la familia estaba en una situación que les permitía tener servicio que se ocupara de estas tareas, pero Gertrud consideró que era su responsabilidad.

Los poemas antes mencionados escritos sobre sellos de escudos de armas de ciudades acabarían recopilados en El Libro del Escudo de Armas Prusiano. Gertrud era capaz de construir poesía con algo tan trivial y así por ejemplo sobre el escudo de armas de Lassan, escribió lo siguiente:

(…)

Hay peces flotando en el agua azul.

¿Dónde dan vueltas los peces con lechuzas y zarapitos?

Sus aletas suenan plateadas al alzarse.

A veces descansan aquí en las ramas del arce;

Persiguieron la estrella brillante en su cénit hasta que cayó.

(…)

En la primavera de 1930 Elise Chodziesner falleció de cáncer y Gertrud asumió aún más funciones en la casa, incluido el trabajo de secretaria de su padre, que le supuso hacer un curso para aprender el lenguaje legal. Al igual que antes, Gertrud no tenía obligación de hacerlo, pero volvió a considerar que era su deber.

A pesar de tanto trabajo, Gertrud llevó en la casa una vida relajada en un barrio apartado que era casi como vivir en el campo, dedicándose a la pequeña granja, el jardín y a los perros, sobre todo a Flora, su borzoi, otra de las grandes pasiones de su vida y que aparece en unas cuantas obras de Gertrud.

Y así vivía Gertrud Chodziesner, la hija del abogado Ludwig Chodziesner, una persona anónima y sin atributos, discreta y tímida, tan alejada de los focos que la foto de los años 20 que encabeza este artículo es la única foto pública de la autora y la que ilustra casi cualquier artículo o ensayo sobre ella o casi cualquier edición de su obra.

Mientras tanto la otra Gertrud, Gertrud Kolmar, una poeta que podría haber sido de fama mundial si Gertrud Chodziesner no hubiera sido tan modesta, estuvo ocupada con su obra. En 1930 se publicaron dos de sus poemas en el almanaque de la editorial Insel y la autora escribió otro ciclo de poemas, algunos muy autobiográficos:

Veo. Siento:

A través de la puerta cerrada y sin hacer ni un ruido

Viene un niño.

La cosa que se me dio y que no llevé.

No nacido por mis pecados; Dios es justo.

Me quedo callada y no me quejo.

Llevo y cubro

mi cabeza para poder encontrarla

Muchas noches.

Y otros que hacen pensar en los momentos de tormento y dolor de la autora:

Es de noche. Y algo llamado vergüenza.

Puede que no te dé a luz.

Conozco el tren express que atraviesa el bosque.

Y voy a sus desnudas vías

Y me siento cansada y feliz me voy a la cama

A través de dos barras planas de hierro.

Además de los poemas, desde mediados de agosto a febrero de 1931 Kolmar se dedicó a escribir su primera novela, La Madre Judía. Es una breve y difícil novela en la que la protagonista, Martha, ha de hacer frente a la brutal violación de su hija de ocho años. Sorprendente en su crudeza, más pensando en la personalidad y maneras de Gertrud, es sobre todo una obra valiente y que expone sin tapujos los giros y extremos a los que puede llevar el amor y la determinación. No consta que Gertrud enviara el manuscrito a ninguna editorial y no sabemos si no fue aceptado o si ni siquiera se intentó. No se publicó hasta cuarenta años después de su escritura.

La oscuridad que rodea a la autora Gertrud Kolmar por La Madre Judía no era ni mucho menos nada comparada con la oscuridad que se cernía sobre Gertrud Chodziesner y su familia. Tras varios años de una convulsa situación política, en enero de 1933 el nacionalsocialismo se hizo con el poder.

Continuará.