A las pocas semanas de la toma del poder por parte de los nazis en Alemania en 1933, una turba asaltó los juzgados de Colonia. Fueron entrando en cada despacho y cada sala, sin importarles si se estaba celebrando algún juicio o no, y fueron juntando en la entrada a todos los jueces, fiscales y abogados judíos que encontraron. Se acababa de aprobar un decreto destinado a librar a la justicia alemana de la infección judía por el cual se prohibía ejercer Derecho a los judíos, salvo que se ejerciera desde antes de 1914 o si el letrado era veterano de la Guerra Mundial. La turba había decidido aplicar por su cuenta el decreto. Tras golpear e insultar a los letrados judíos, los metieron en camiones de basura y los pasearon durante horas por la ciudad.

La condición del ejercicio de la abogacía desde antes de 1914 libró por el momento a Ludwig Chodziesner de perder su trabajo. Pero no era más que el comienzo del implacable proceso de deshumanización de los judíos en Alemania, ley tras ley, agresión tras agresión. Así, el primo de Gertrud, Georg, el hermano de Walter Benjamin, se quedó sin poder ejercer de médico. A su vez su esposa Hilde, abogada, también perdió su trabajo. Su activismo comunista además les puso en la lista negra con el riesgo de sufrir más represalias.

El mundo de la literatura también sufrió. La recopilación de poemas de Gertrud que había preparado la escritora Ina Seidel bajo el título La Mujer y las Bestias fue rechazada por la editorial S. Fischer Verlag. Versos como estas estrofas finales de Eisvogel (“El Martín Pescador”) tardarían años en ver la luz.

Oh, lo conozco bien, el pájaro espíritu,
Que me clava agudamente algo que se retuerce,
Surgiendo de ondulantes cámaras grises
Y lanzándose al cielo.

Por encima se rompen las leyes de cristal,
Los torrentes se desbordan, calientes y silenciosos sin límite,
Y las llamas hacen descender una red dorada
Sobre un cerezo en abril.

Y así a mediados de 1933 Gertrud se quedó sin ninguna salida profesional. El encierro en casa con su padre que en principio había sido voluntario pasó a ser obligado. Padre e hija comenzaron a llevar una vida tranquila, sin llamar la atención para evitar represalias o comprometer a amistades. Las cartas comenzaron a ser comedidas, por temor a la censura que tan bien conocía Gertrud.

Pero una vez más mientras Gertrud Chodziesner llevaba una vida tranquila, en su interior la autora Gertrud Kolmar no estaba dispuesta a permanecer impasible. Entre agosto y octubre de 1933 escribió una serie de poemas antinazis cuyo detonante pudo ser el encierro del primo Georg en un campo de concentración. Es absolutamente desconcertante que Gertrud corriera este riesgo. El hallazgo de uno solo de estos poemas en un registro de la casa habría llevado a todos sus habitantes a un campo y sin embargo permanecieron con los Chodziesner hasta 1942, cuando Gertrud se los entregó a Hilde, la mujer de Georg. Hilde Benjamin los enterró en su jardín y allí permanecieron escondidos hasta 1946.

Uno de estos poemas que logró sobrevivir todo el periodo nazi es el poema titulado Los Vejados:

En mi celda la luz está encendida toda la noche.
Me apoyo en el muro sin atreverme a dormir;

Porque cada diez minutos viene un guardia a mirar.
Le vigilo desde el muro. Su camisa es parda.

Los otros vuelven, charlando entre ellos
Se ríen de mis llantos y mis gemidos,

Me estiran de los brazos con fuerza, lo hacen por deporte.
Mis rodillas ceden… al final se van.

No veo árboles ni el Sol. ¿Los hay en realidad?
¿O un lugar donde un pobre niño aún ame a su padre?

Ninguna señal, ninguna carta, ¡pero aún tengo una esposa!
Dijeron: “eres rojo; te golpearemos hasta que seas negro y azul”.

Usaron barras de acero para golpearme, y mi cuerpo era…
¡Oh Dios! ¡Oh Dios! ¡No, no! No soy religioso,

Nunca he rezado en el campo ni en el hospital
Solo por las noches cuando era niño, con mi madre sentada en la cama.

La tierra es la cripta de una prisión, el cielo un agujero azul.
Me oyes, ¡reniego de ti! Dios mío… ¡ayúdame de todas formas!

No existes: si existieras, te habrías apiadado de mi.
Jesús sufrió por todos vosotros; yo sufro solo por mi.

Estoy de pie, desfalleciendo, con agua y algo de pan
Durante horas. ¡Qué buena, qué buena es la muerte!

Yaciendo… encerrado en un pozo profundo y oscuro.
Sin luces relucientes. Solo sueño. Solo silencio. Noche…

Otro de los poemas, Anno Domini 1933, narra el asesinato de un judío hasídico:

Se detuvo en una esquina.
Pronto acosado por una multitud.

Su barba era negra, su pelo liso.
Una gran cara oriental,

Pero endurecida por el sufrimiento.
Una camisa de terciopelo hace mucho olvidada.

Habló y un niño, movido por su mano
Se quedó angustiado y helado:

“Te hace enfermar, te hace palidecer,
Como la lepra que adorna tu odio,

Enseñándote a balbucear tus maldiciones,
Convirtiendo su cabeza en una bandera,

Devorando su corazón con tu plaga,
Hasta que deja el pequeño cielo…”

Y entonces un puño expresó sus palabras:
“¡Trágate tu propia suciedad rugiente!

Te vistes como Jesucristo
Y eres un judío y un comunista.

Tu nariz curvada, Leví, Saúl,
Toma, coge lo que se te debe en sangre y cállate”.

El impacto le hizo caer, la paliza le destrozó.
La gente lo dejó allí. Él quedó allí.

En el hospital al anochecer
Un médico fue a su cama. Ya era tarde.

Un patíbulo, una corona de espinas
En el polvo lejano del Este.

Una bota que da patadas, el golpe de un palo
En el Tercer, Cristiano, Reich Alemán.

Y así, en un momento en el que muchos se acomodaron al arte ario, una pequeña y modesta mujer judía se enfrentó con su poesía. Y no solo es la temática. Mientras algunos adoptaron el clasicismo y las formas pesadas exigidas por los nuevos amos de Alemania, Kolmar rompió estilos. Kolmar no escribió siguiendo formas poéticas tradicionales. Recurrió al verso libre y se apartó de lo que debería haber hecho para poder publicar en el caso de haber sido una mujer aria.

En noviembre de 1933 llegó un nuevo miembro a la familia con el nacimiento de Sabine, la hija de Peter Wenzel y Hilde, la hermana de Gertrud. Peter Wenzel era librero y tras el matrimonio Hilde se puso a trabajar con él. El matrimonio con una judía era algo que tarde o temprano Peter tendría que pagar caro en la nueva Alemania, y acabó perdiendo el trabajo. Peter y Hilde, desafiantes, no se sometieron y abrieron una librería por su cuenta. Debido a la dedicación que requería la librería, Sabine pasó en sus primeros años mucho tiempo en la casa de Finkenkrug. Gertrud se volcó plenamente en ella y fue una tía totalmente entregada.

Por un golpe de suerte y tras varios líos burocráticos, un libro de Gertrud consiguió ver la luz en 1934, otra recopilación de los poemas de escudos de armas. Los poemas no habían sido publicados en el volumen anterior, pero la tónica es la misma: a partir de algo tan insulso como un escudo de armas, surgen dimensiones aparte nacidas del mundo de Gertrud Kolmar:

Si siempre tienes tu habitación,
Si siempre tienes pan de centeno,
Eso es abundancia y es miseria,
Eso es todo y es escasez.

(…)

Levanta tu pesada red y mira,
Quizás estás tirando de una red vacía;
Un pez hecho de rocío no se mueve,
Y nunca lo verás.

Ese mismo 1934 Gertrud inició una relación con otro autor, Karl Josef Keller. No hay mucha información sobre la relación, ya que de nuevo con su discreción Gertrud no se lo contó a nadie ni dejó nada por escrito. Sabemos con seguridad de la relación por una carta de Karl a Hilde escrita tras la guerra donde le narró algunos detalles. Y Gertrud dejó de todas formas una pista en su obra, en toda una serie de poemas dedicados a K. J.

Te equivocas si crees que estás lejos
Que te ansío y ya no puedo encontrarte.
Fijo mi mirada en ti,
Con estos ojos, los dos estrellas oscuras.

Te pongo bajo mis párpados
Los cierro y estás todo entero allí dentro.
¿Cómo te escaparás de mis sentidos,
la red de cazador del que la presa nunca escapa?

En 1936 la maquinaria nazi aumentó la presión. Y así, excepciones y rarezas como el hecho de que Ludwig Chodziesner aún pudiera ejercer de abogado llegaron a su fin. En julio de ese año, tras una larga y exitosa carrera, Ludwig Chodziesner y su hija Gertrud clasificaron y archivaron toda la documentación del despacho y dieron por terminada definitivamente esta faceta de la vida del padre.

En otoño de 1937 Gertrud creó la obra que es la máxima expresión del mundo creativo de la autora, y no podía tener otro título que no fuera Welten (Mundos). El poema que cierra el ciclo hace un fabuloso relato del proceso de creación de Gertrud, de la falta de comprensión de las personas que esperaban las formas habituales en su poesía y de su apoteosis:

Tomó el instrumento con punta plateada
Y lo hizo deslizarse sobre la superficie blanca y satinada:
Su país. Lo dibujó
Creando montañas.
Montañas desnudas,
Las frentes de piedra desnuda de las cumbres,
Meditando sobre la desolación,
Sus cuerpos,
Desapareciendo, envueltos, ocultos tras el pálido capullo
De una nube.

Así quedó colgado el cuadro sobre la sombría parcela y la gente lo miró.
Y la gente decía:
“¿Dónde está la fragancia?
¿Dónde la savia, el brillo?
¿Dónde están los verdes, vibrantes de poder emergente,
Y el marrón o el rojo quemado de los acantilados
o su silenciosa, gris penumbra?
No hay ningún halcón flotando sobre la atalaya, ningún pastor tocando la flauta.
Las suaves tardes azules nunca se sombrearon con los cuernos bellamente curvados de cabras salvajes.
Esto no tiene ni color ni sustancia, no tiene voz; no nos habla.
Aléjate”.

Pero ellá se quedó y siguió en silencio.
Pequeña, ignorada, se quedó en un montículo, escuchando en silencio.
Solo se estremecían sus hombros, sus ojos se llenaban de lágrimas.
Y la nube que mecía la mano con la que dibujaba
Descendió, la envolvió y la elevó
A la grieta de la montaña desnuda.
Alguien que esperaba
Con una corona decorada con dos basiliscos verdes y dorados,
Se puso de pie ante ella en el ocaso, sonrió y la saludó con una reverencia.

Ernst Ludwing Kirchner, Wintermondnacht

En marzo de 1938 Hilde entró en pánico viendo cómo cada vez se estrechaba más el cerco sobre los judíos en Alemania. Temiendo que le retiraran el pasaporte huyó precipitadamente a Suiza. Un tiempo después los Chodziesner enviaron a Sabine con su madre. Atrás quedaba Peter Wenzel, ya que el matrimonio se encontraba prácticamente roto. Esta triste circunstancia sería sin embargo un salvavidas en los siguientes años para Gertrud y su padre, ya que al no ser judío Peter podía disfrutar de libertades que ellos no tenían y proporcionarles ayuda.

Este fue el comienzo de una intensa correspondencia entre las dos hermanas, que a pesar de la nula mención de hechos políticos y el uso de palabras clave ofrece una de las épocas de la vida de Gertrud Kolmar que están más detalladas y documentadas.

Mientras tanto la otra hermana, Margot, vio interrumpida su vida en Italia. Hitler consiguió obligar a Mussolini a introducir leyes raciales y así Margot tuvo que dejar su trabajo científico y tras una breve estancia en Suiza emigró a Australia.

A pesar de todo esto Gertrud expresó claramente su intención de quedarse en Alemania. ¿Tozudez? ¿Ceguera? Gertrud nunca llegaría a decirlo, pero estaba claro que su padre ya no estaba en condiciones de emigrar y ella no estaba dispuesta a dejarlo atrás.

Hoy cuesta imaginar que no se plantearan huir de inmediato. Pero las circunstancias no eran tan sencillas como parece. Por lo pronto irse era marchar en la miseria, ya que las “leyes de huida del Reich” (nombre literal de la ley) incluían toda una serie de “impuestos de salida” que se aseguraban de despojar completamente al que marchaba. Por otro lado, la situación en los posibles países de acogida no era ideal. El antisemitismo no era una cuestión única de Alemania. De hecho, el 30% de los judíos que marcharon de Alemania en 1933 volvieron en 1934 debido a las restricciones y vejaciones sufridas en Francia y otros países europeos. América estaba cerrando prácticamente del todo las puertas a la inmigración, fuera del tipo que fuese. Y la violencia árabe contra los judíos en el Mandato Británico no invitaba a unirse al movimiento sionista para emigrar al futuro Israel.

Y así, Gertrud y Ludwig Chodziesner permanecieron en Alemania. El otoño de 1938 traería aún más dolor.

Continuará.