Ya lo dijo Lola Flores: “-Que medias más bonita, son americanas? -Pues no señor. Son de Sabadell!”. Porque no hace falta ir a lugares exóticos para encontrar un garito digno de las Gastronotas Tapiristas. Como las media de Lola Flores, nos basta con ir a la única Capital del Vallès bueno (esto no es opinión. Es información).

El Kyopa Ramen es un restaurante de ramen. Esta afirmación podría parecer redundante, pero no lo es de ningún modo, y nos queda claro –bueno, o no…– nada más mirar la carta. Como buen restaurante chino –sí, sí, chino–, aquí se reutiliza todo. Empezando por la carta, que es de un restaurante anterior. No sabemos si de los mismos propietarios o no, pero el nombre del restaurante original, así como su dirección y teléfono, está tapado por un par de etiquetas.

Cabe decir que los propietarios dominan el arte de la hostelería: se han limitado a tapar el nombre del restaurante original y ya. En ningún sitio de la carta se indica que estamos en el Kyopa Ramen, así que las cartas podrán usarse en la siguiente iteración.

Para el momento en que nos demos cuenta de la segunda de las tres R –no el vino, si no lo de Reducir, Reutilizar y Reciclar–, habremos superado ya la mitad del hilo musical del sitio. El hilo musical se compone de una brevísima lista de canciones que incluyen la marcha nupcial de la opera Lohengrin, Jesus bleibet meine Freude de J.S. Bach y otras cuatro canciones típicas que puedes encontrar en cualquier boda, o restaurante.

El numero “cuatro” no es un numero aleatorio, ni retórico. Bueno, mas o menos sí. La cosa es que el hilo musical entero dura entre 4 y 6 minutos. Así que entre que te sientas, pides, comes y te vas, dependiendo de los platos que pidas y lo que tardes en terminar, pasan un mínimo de entre 5 y 6 ciclos. Pero eso no lo descubres hasta, como mínimo, te traen las bebidas.

La carta esconde más sorpresas. Una de ellas es el “ramen vegano”, ideal para el verano. Cuando a alguien le dicen “ramen vegano” puede reaccionar de diferentes formas. Por ejemplo, si se es tuitero, en el 90% de casos se entrará en una guerra abierta contra la persona que dijo “ramen vegano”, porque la función vital de los tuiteros es hacer perder el tiempo a los demás.

Si, por otro lado, se es de las personas que por elección personal no come carne de cerdo, cuando en el Kyopa Ramen leas “ramen vegano”, sabrás que es lo que vas a comer… perdón: pedir. Porque no hay apenas nada más que no lleve cerdo. Incluso el ramen de pollo lleva cerdo. O no. Total, que la sorpresa de la carta es la única cosa que no lleva cerdo.

Pero no es la única sorpresa del plato. Podría parecer obvio que el ramen vegano es, como su nombre indica, ramen sin productos derivados de animales. Pero recordemos el principio de esta gastronota: las redundancias cuentan y las obviedades no lo son tanto, en este restaurante.

El ramen vegano viene a la mesa con dos sorpresas. Hay quien dice que tres. La primera es una rodaja de sustitutivo de surimi. La segunda es medio huevo hervido. Porque como todo el mundo sabe, ni los cangrejos son animales, ni el pollo es carne de verdad. Hay una tercera opinión, minoritaria, que dice que el caldo tiene toda la pinta de ser de carne.

Para el postre, nada mejor que uno de los manjares del país del sol naciente: mochis. De mango. Como en todo altar de la buena alta cocina china, el postre viene en forma de montadito –he intentado hacer una mezcla de mochi y montadito, pero me parece demasiado infame. “Base de oblea de helado de corte, con topping de mochi congelado, y salpicadura de nata y caramelo”. Es el texto que debería mostrarse en la carta reciclada, en lugar del sobriamente oriental “Mochi” impreso.

Ya por ultimo, y tras escuchar el Canon de Pachelbel por quinta vez en menos de media hora, sólo queda pagar y desvelar el misterio definitivo: el ticket de caja… ¿llevará el nombre correcto del restaurante? ¿O, como puede verse en otros sitios, el nombre y NIF del ticket de caja difiere del nombre del cartel exterior y —a veces también— de la carta del restaurante?