En julio de 1732 un joven y aún desconocido Carl Linneo se encontraba en los Alpes Noruegos, en mitad de su expedición a Laponia, tomando notas sobre las costumbres de los sami. En el diario de la expedición, publicado posteriormente con el título Lachesis Lapponica, encontramos en la entrada del 21 de julio la descripción de un juego de tablero:

El juego llamado Tablut se juega con un tablero a cuadros y veinticinco piezas, u hombres, de la siguiente manera…

A continuación Linneo iba describiendo las reglas del juego, en el que un rey sueco, escoltado por sus hombres, trata de escapar del cerco de sus enemigos moscovitas (rusos). Lo que no sabía Linneo es que estaba conservando para la posteridad un juego que habían llevado a Laponia sus antepasados vikingos con otro nombre, hnefatafl (el tablero del rey). Un juego al que ya solo se jugaba en este rincón perdido del mundo y que pocos años después desaparecería del todo.

Al igual que muchos aspectos de la cultura vikinga, que no adquirió el hábito de la crónica escrita hasta muy tarde –o de hecho, hasta que los escandinavos ya no eran realmente vikingos–, los orígenes del hnefatafl son difíciles de determinar.

Sabemos que en la Antigüedad ya había juegos similares: en Grecia, el juego llamado petteia y en Roma un juego llamado ludus latrunculorum. De hecho, durante muchos años se pensó que el tablero más antiguo encontrado de hnefatafl era un fragmento de una tumba en Vimose, Dinamarca. Hoy en día todo parece indicar que en realidad es el juego romano que acabó en la tumba como botín de guerra o como una compra exótica.

Sea como sea, por el comercio, los saqueos o quizás incluso a través de los muchos soldados de pueblos germánicos que sirvieron como tropas auxiliares en el ejército imperial romano, el ludus latrunculorum llegó a Escandinavia y allí fue adaptado al estilo y forma de hacer la guerra locales.

El juego siguió después el camino de las incursiones vikingas, cambiando de nombre y de reglas a gusto del consumidor, aunque manteniendo la idea general que permite agruparlos en una familia de juegos, los tafl: un tablero cuadrado del que un rey ha de escapar de sus atacantes ayudado por sus hombres.

En Escocia e Irlanda pasó a llamarse brandub, en Gales tawlbwrdd. Y en un manuscrito inglés del siglo XII se describe una complicada variante jugada en el siglo X en la corte del rey Æthelstan llamada Alea Evangelii.

Las costumbres cambian y el fenómeno de la invasión cultural no es algo reciente. Con el tiempo llegaron a Escandinavia y a su área de influencia dos novedades que fueron desplazando a los tafl: el ajedrez y las damas.

Para el final de la Edad Media ya solo persistía en lugares remotos de Gales y en Laponia, donde como hemos visto fue redescubierto por Linneo. La traducción al inglés en el s. XIX de las notas del viaje del biólogo sueco llevó a la aparición de varios juegos de mesa inspirados en el tablut.

Y ya en nuestra época, los descubrimientos arqueológicos y el interés por la cultura vikinga ha llevado al renacimiento del juego, tanto en el mundo físico como en el digital, a la creación de torneos y a la fundación de una Federación Mundial de Tafl.

Como hemos dicho, hay hasta cinco o seis variantes del juego. Nos centraremos en explicar el hnefatafl moderno conocido como Fetlar hnefatafl al ser el adoptado por el torneo celebrado en Fetlar, Islas Shetland.

Esta sería la disposición inicial de las piezas, un total de 37, con un rey y sus 12 defensores y 24 atacantes, en un tablero de 11X11 casillas. Mueven primero los atacantes.

Las piezas se mueven ortogonalmente, es decir, como la torre en el ajedrez, siguiendo las líneas verticales y las horizontales. Ni defensores ni atacantes pueden ocupar ni la casilla central (el castillo del rey) ni las esquinas, aunque sí pueden pasar por la casilla central al hacer un movimiento.

Un atacante o un defensor es capturado si queda atrapado entre dos enemigos en una fila o una columna, o también si queda atrapado entre un enemigo y el castillo (si el rey lo ha abandonado) o entre un enemigo y una esquina. La pieza capturada se retira del tablero. Se puede hacer una captura múltiple si al hacer un movimiento quedan atrapadas varias piezas enemigas.

Los atacantes ganan si consiguen capturar al rey. El rey es capturado si es atrapado por cuatro atacantes.

Los defensores ganan si el rey llega a una de las esquinas.

Las otras variantes del juego cambian en tamaño del tablero y por tanto número de piezas, la disposición inicial de esas piezas y determinadas características de la pieza del rey –si puede capturar o no, si ha de alcanzar una casilla de la esquina o cualquiera del borde…–. Asimismo, se han hecho variantes sobre las reglas antes mencionadas para resolver situaciones de tablas o posiciones ambiguas.

Os animo a descubrir este juego. Podréis encontrar multitud de recursos online, apps para aprender a jugar; tableros si preferís jugar físicamente o instrucciones si sois manitas y os queréis fabricar vuestro propio juego.

No es una cosa sofisticada como el ajedrez ni algo tan emocionante como un videojuego. Pero tiene algo de mágico recuperar algo a que jugaron los vikingos y que a su vez es una variación de un juego de la Roma Imperial. Y ser por un rato como el rey Harald.