Estaba avergonzado de mi vida y ahora dedicaba todo mi tiempo libre y mi dinero a ir al campo y a leer todos los libros antiguos y nuevos que conocía que trataban el tema. Vivía para estas cosas. Ahora era consciente de mi esclavitud.

Cuando la conocí era alta y esbelta, con cabello castaño largo en dos trenzas, una frente brillante y redondeada, pestañas oscuras, ojos grises y una sonrisa de inexpresable dulzura en la que la sorprendí una o dos veces, contenta con la felicidad y la belleza de sus pensamientos y de la Naturaleza.

Era libre. Era libre de soñar que ya no era de la multitud guiada por la multitud. Siendo cuidadoso mi dinero duraría hasta mediados del verano, incluso si no trabajaba.

Edward Thomas, The South Country

En lo más crudo del invierno de 1908-1909 Edward Thomas pondría por escrito lo vivido y sufrido con Hope Webb. La obra en cuestión, que se publicaría en 1909, es The South Country. Se trata de otro libro de viajes, esta vez dedicado a los condados del sur de Inglaterra.

Es, además, la obra en la que apareció por primera vez El Otro, un personaje a partir de entonces recurrente en Thomas y que será la vía para expresar la vida que habría querido, pero no querido, llevar. Los caminos que habría podido seguir sin familia ni trabajo fijo, a pesar de también querer tener familia y trabajo.

Así, en The South Country El Otro es un hombre de los suburbios de Londres que dedica los inviernos a hacer trabajo de oficina y vivir frugalmente para en primavera y verano vagar por el campo, caminar y hacer pequeños trabajos en granjas. Duele pensar en un alma tan torturada, una vida tan atrapada tanto en lo deseado como en lo poseído.

Por lo demás The South Country vuelve a ser un libro de viajes que no es un libro de viajes, sino un vehículo para sus pensamientos e ideas, salpicado de fragmentos de sus poemas favoritos e incluso, con un curioso contagio de su vida profesional, alguna breve reseña de algunos autores.

Helen Thomas y Edward Thomas

No será la única obra nacida en el invierno de 1908-1909. Thomas dedicó tiempo también a diversos ensayos, historias breves y apuntes, sin las limitaciones de presentación, nudo y desenlace y con influencias de Turgenev, el autor que estuvo leyendo ese invierno.

Algunos de estos escritos también le sirvieron para expresar lo sufrido. Así, en The Fountain volvió a hacer una recreación de Hope Webb. Y en The Attempt narró su intento de suicidio. Estas obras acabaron publicadas reunidas en Rest and Unrest (1910) y Light and Twilight (1911).

Una nueva amistad con un arquitecto, Geoffrey Lupton, traería cambios a la familia y otra desafortunada decisión. Lupton había comprado un terreno en la cima de una colina sobre Froxfield y propuso a los Thomas construirles una casa allí según las especificaciones que le dieran.

El resultado sería Wick Green, un edificio de madera largo y bajo orientado al sur con vistas espectaculares de Chactonbury Ring y los South Downs. Debería haber sido la casa de sus sueños, pero por algún motivo nunca nadie había construido allí. Se encontraron rodeados continuamente de viento, niebla y lluvia. La madera crujía constantemente.

La ilusión al mudarse se convirtió en desesperación para Edward en tan solo tres semanas. De repente la meteorología se convirtió en algo relevante en sus diarios, anotando minuciosamente los días de lluvia, viento… Hubo periodos de días y días de estar rodeados de niebla, causando en Edward una sensación de estar aislado del mundo y de la tierra que tanto amaba. Años más tarde en sus poemas Thomas todavía podía recordar las sensaciones causadas:

…Sin duda no se podía culpar a la casa,
Pero el ojo que miraba por esas ventanas vio
Muchos días, día tras día, niebla, niebla
Como el caos surgiendo; y se sintió
Solo en el mundo, abandonado y solo.
Vivíamos en las nubes, casi en el borde de un acantilado
Y si las nubes se iban, la tierra visible
Quedaba demasiado lejos y era como una nube.
No descubrí que amaba la tierra
Hasta que intenté vivir en las nubes.

Helen volvió a quedarse embarazada y en agosto de 1910 nacería Myfawny. Estas son las entradas del diario de Edward de ese día:

12:30 am a buscar al médico / 4:50 nace el bebé / Jardinería / a West Harting para ver a de la Mare / a dormir a las 10.

Está claro que Edward no recibió de buen grado la llegada de Myfawny, aunque con el tiempo conseguiría verdaderamente sentir un vínculo con ella y apreciarla como «la más inteligente de los tres». Pero en el momento de nacer, la angustia de tener otra hija, más los gastos de una casa más grande más las angustias por la economía familiar embarcaron a Thomas en tres años de hacer continuos trabajos por encargo nada satisfactorios. Con todo, siempre hubo tiempo para seguir escribiendo sus obras y entablar amistades con otros escritores, uno de ellos nada más y nada menos que Joseph Conrad.

1911 fue un año de continuas angustias y depresión. 1912 en cambio fue un año muy distinto. En un momento en el que la sociedad británica estaba muy agitada por el movimiento sufragista y las tensiones con Alemania, Thomas vivió en cambio tranquilo y feliz, animado por frecuentes estancias con amigos y también por caminar diversos tramos del Camino de Icknield, del que hablaremos más adelante. También hubo tiempo para un viaje en bicicleta con Merfyn por el sur de Inglaterra visitando a amigos escritores.

Pero la compañía definitoria de ese año fue el grupo de Bax y Baynes, un grupo de jóvenes artistas y escritores solo un poco mayores que Thomas cuando fue a Oxford. Revivir sus momentos de juventud le revitalizó y quizás este espíritu le llevó a escribir su única novela, The Happy-Go-Lucky Morgans.

Basada en sus recuerdos de infancia de los suburbios de Londres, es una ficción muy autobiográfica. Parece ser que los Morgan eran unos vecinos de infancia de Edward. Él mismo se cuela en la novela a través de al menos tres personajes, tristemente todos ellos personajes que se consideran a sí mismos prescindibles. Uno de estos personajes incluso muere. Como era de esperar, no es una novela normal y lineal. Diez años más tarde, con los modernistas como Woolf o Proust no habría resultado extraña pero en 1913 era demasiado avanzada.

Llegado así 1913, Thomas hizo algunos viajes más en bicicleta y a pie como preparación de dos obras, In Pursuit of Spring y The Icknield Way. Y además salió de Inglaterra por primera vez con un viaje a París. Este viaje fue el final de un rito de paso comenzando con sus jóvenes amigos y que le permitió liberar su inspiración para crear su lenguaje poético.

1913 fue también el año de otra amistad clave, la autora Eleanor Farjeon. Eleanor se enamoró perdidamente de Edward, pero él nunca dio muestras de corresponderle. Nunca llegaron a hablar de sus sentimientos, pero desarrollaron una sólida amistad. Thomas estaba muy interesado en la obra literaria de Farjeon, mientras que Eleanor siempre se mostró dispuesta a colaborar con él en tareas como corregir textos. Fue además siempre una excelente consejera. Thomas se mostraba muy desinhibido con ella y era capaz de abrirse y comentar sus angustias.

Manuscritos de Edward Thomas en un cuaderno escolar de Myfawny

Y fue además el año que vio la cumbre de la literatura de viajes de Edward Thomas. Es el año de la publicación de The Icknield Way. El Camino de Icknield es una antigua carretera que une Norfolk con Wiltshire, con múltiples teorías sobre su antigüedad y trazado (el propio Thomas presenta diversas teorías al principio de la obra).

Es el libro de un caminante, pero que no se detiene en pequeños detalles turísticos. El entorno es la vía para la mente y el descubrimiento no solo del exterior, sino del interior de uno mismo. Y es aquí donde viene el paso clave.

Thomas ya no está atado a un lenguaje de viajes. En diversos fragmentos se ve cómo ha desarrollado un lenguaje poético que todavía es prosa, pero que no tardará en dar paso a la siguiente etapa creativa. Un lenguaje en el que lo percibido en el exterior y el paisaje impactan la mente del autor y evocan otros lugares o causan visiones incluso con toques de sinestesia. Uno de los fragmentos más propios de este nuevo lenguaje es el que narra la muerte de un hombre y que podéis leer aquí.

Las dificultades económicas y el odio de Edward a Wick Green provocaron la octava mudanza en trece años. Era una casa más pequeña y modesta y resultó un alivio económico, pero el tener menos espacio no hizo más que agudizar el problema de Edward. Dos meses después de la mudanza volvieron a comenzar las ausencias.

Edward estaba así sumido en el desánimo personal. El encargo de trabajos había disminuido, sus obras no tenían éxito, él mismo no estaba satisfecho con el formato que empleaba en sus obras…

Todos estos factores darían fruto a algo nuevo la madrugada del 7 de septiembre de 1913. Un insomne Thomas anotaba en su diario algo diferente a sus habituales notas sobre el entorno.

Es el 7 de septiembre del año y de mi. Toda la noche los 100 abetos de la carretera de Ardingley suenan como un bosque lejano o un mar. A las 4:30 los gallos cantan, ninguno cerca, y un petirrojo comienza a cantar su vacilante y muda canción abierta y suena muy monótona y bastante inexpresiva fuera, en el oscuro y callado jardín. Continúa y aumenta la luz y los abetos no paran e intento dormir, pero lo único que puedo hacer es intentar componer versos, comenzando con algo como

El 7 de septiembre
Del año y de mi [línea tachada por Edward Thomas]
Lo marchito y el ascua
Del año y de mi
Siempre habrá abetos lamentándose
Y petirrojos que canten en el frío amanecer”

A pesar de ser breve e incompleto, en este comienzo ya está todo lo que definirá la poesía de Thomas: la sensación de ocurrencia, como el paso de las estaciones, la naturaleza y sobre todo, la sensación de soledad y de algo fuera del alcance del autor. Se ve también cómo el trabajo de crítico literario inevitablemente influye, con referencias al lamento de Macbeth («Mi vida ha caído en lo marchito, en la hoja amarilla»).

Y no solo eso. Con la poesía Thomas no solo encontró por fin su lenguaje artístico. Por fin encontró también algo con lo que afrontar su depresión y combatir su desesperación. La poesía sería el lenguaje que le acompañaría y aliviaría en los pocos años de vida que le quedaban, aunque en ese momento nadie podía imaginarlo.

Continuará…