Tremp es la capital del Pallars Jussà. Y situada como está en un lugar de paso, debería tener una hostelería destacada. Pero la experiencia de sus corresponsales ha sido cuanto menos pintoresca. Quizás tuvimos mala suerte. Y mala suerte varias veces, no lo descartemos.

Nuestro primer descubrimiento fue que en la hostelería parece haber una termodinámica alternativa. Nos alojamos en noviembre, en aquellos tiempos en que en noviembre hacía frío, en un hotel donde los radiadores no es que acabaran de tener excesiva potencia. Potencia nivel estar templaditos y no tener en la habitación ningún regulador o termostato. A falta de otra cosa, pedimos en recepción un calefactor. La primera reacción fue de desdén. Finalmente tras un breve debate a regañadientes conseguimos el calefactor. Esto nos llevó a dos teorías:

  • Los habitantes de Tremp son Profundos y el Pantà de Sant Antoni tiene como principal función ser su refugio climático. No hemos estado en Tremp en verano, pero estamos seguros que la población emigra a sus aguas durante las épocas calurosas.
  • La NASA está perdiendo el tiempo haciendo experimentos complicados sobre supervivencia en frío, escudos protectores, etc. para futuras exploraciones espaciales. Una temporada en Tremp y un estudio genético de la población y encontrarían la solución.
El Pantà de Sant Antoni… o el templo de Dagón, depende

Pero la cuestión es que esto es una gastronota y aún no estamos hablando de comida. Vamos a ello.

Con ganas de una cena ligera fuimos a un bar con la intención de pedir simplemente unas tapas, sin muchas pretensiones. Las bravas bueno, aunque no vamos a entrar en el debate de cómo han de ser unas bravas, cuáles son las mejores, que ya nos conocemos. Pero el plato destacado fueron los chipirones. (Y alguien dirá qué hacéis pidiendo unos chipirones en un pueblo de interior, pero tampoco había muchas más cosas apetecibles). Chipirones que podían nadar en el aceite. Aceite suficiente para cambiárselo a un camión y hacer una ruta Lisboa-París-Hamburgo y vuelta. Aceite suficiente para poner a Tremp en el mapa petrolífero mundial. Aceite que podrían haber quemado para darle potencia suficiente a la calefacción de todo el pueblo. Aceite para mantener encendida la lámpara del Templo no ya ocho días, sino incluso ochenta. Y todo esto amenizado de paso con discusiones constantes entre camarera y dueño sobre su vida personal, algo que siempre es de agradecer en restauración para mantener entretenida a la clientela.

La cocina del bar que no nombraremos el día que la bronca entre camarera y dueño vaya a más (dramatización)

Recientemente tuvimos que hacer de nuevo una parada en Tremp. Esta vez acompañados de progenie, decidimos llevarnos comida para hacer picnic en un parque, ya que temíamos la posibilidad de que entrar con tus hijos en un restaurante en Tremp sea motivo para que la DGAIA te retire la custodia por malos tratos. Hasta aquí todo bien, comida nuestra, un parque agradable, un día soleado… Pero claro, con un ambiente tan agradable, surgió la necesidad de un café y la debilidad de tentar al demonio. Un café no podría salir mal, y han pasado unos cuantos años, y quizás aquella vez tuvimos mala suerte…

Y fuimos a por el café al bar más cercano. Y bueno… no entraremos en debates del café tampoco, que ya nos conocemos. Pero podemos decir que indiscutiblemente era repugnante. Aunque no tan repugnante como el estado de los lavabos, que no veíamos algo así desde los ochenta. Y el remate de una clientela digna de salir en Makinavaja, además de unas escaleras en el pasillo desde las que se veía una puerta de un sótano que podría ser otro acceso al Templo de Dagón perfectamente.

Escaleras al horror, o para huir del horror del bar de arriba, depende (dramatización)

No podemos terminar este artículo eso sí sin recomendaros esta vez encarecidamente un lugar de Tremp: la gasolinera del Esclat. Precios muy ajustados y además proporciona algo fundamental, combustible para salir de allí. Y seguir adelante hacia otros lugares donde conseguir alimentarse debidamente. Como por ejemplo el Bar Miraltren en La Pobla de Segur, con unos bocadillos excelentes sin ningunas pretensiones y un trato amable. O bordarlo del todo en Sort en cualquiera de las opciones que ofrece el Hotel Pessets, y ya de paso poder decir que has comido en un sitio donde estuvo Chuck Yeager, que ahí es ná.